No es mi interés entrar en temáticas muy específicas o aburridas, pero a base de ver una y otra vez una misma situación en empresas españolas en Rumanía, creo que puede ser útil una nota al respecto.
Hablo de la valoración contable de los stocks: los de materia prima, de producto en curso y de producto terminado. El paso de uno a otro nos lo da la contabilidad analítica de costes de producción mientras que el beneficio surge de la diferencia entre el valor del stock terminado y el precio de venta.
Dado que las empresas tienen tendencia a no trabajar con almacén sino a instaurar un proceso reactivo a la demanda, muchas no dan importancia a los stocks de materia prima que según ellas se consume durante la producción en su totalidad ni a la mano de obra directa.
Para no complicarse la vida, tampoco dan importancia al valor de la producción en curso, ni por lo general al del stock terminado. En estas empresas, en el mejor de los casos, los productos finalizados figurarán en balance como materias primas, y en el peor no figuran con ningún valor ya que la materia prima se consumió durante la producción sin que, contablemente, hayan producido nada.
Pero la realidad no es esa, esos balances no son completos, y el problema es que cada trimestre hay que calcular el impuesto de sociedades en base a esos estados contables. Sucede por tanto a veces que el beneficio de la empresa sale muy reducido (por infravaloración de stocks) y otras veces es muy superior a la realidad (cuando se venden mercancías con valor contable cero). Esto tiene dos consecuencias claras: sanciones en caso de inspección fiscal y, para mí la peor, la propia empresa no conoce su estado de salud real y puede llevar a cabo decisiones equivocadas.
Para ello, un ejemplo: Conozco una empresa que se ha negado reiteradamente a valorar sus stocks en curso y finales. Fabrican sobre pedido