Un libro relata la historia de los países comunistas del Este de Europa a través del humor. "¿Qué hay más frío que el agua fría en Rumania? El agua caliente". Mientras caminaba por uno de los delirantes bulevares construidos por Ceausescu en Bucarest, rodeado de horribles colmenas de viviendas aluminosas recién construidas y que ya se caían a trozos, le contaron este chiste al periodista británico Ben Lewis, relata Guillermo Altares en un artículo publicado en El País.
"Simple, preciso, bello y verdadero como un haiku japonés", relata. Entonces se puso a recopilar y buscar chistes en los países del antiguo bloque comunista y descubrió que se podía contar la historia de lo que ocurrió al otro lado del telón de acero a través del humor, desde la revolución soviética hasta la caída del muro de Berlín. Lewis ha recopilado esta monumental investigación en Hammer & Tickle (juego de palabras que se puede traducir como El martillo y la risa), un libro instructivo, surrealista y, sobre todo, muy divertido, que se publicó en el Reino Unido por Weidenfeld & Nicolson.
"En ciertas culturas se producen determinadas formas de expresión que alcanzan un papel muy importante y que sirven para definir sus ideas y sus valores. Los griegos tenían sus mitos, los isabelinos el teatro. Tras la II Guerra Mundial, la música pop definió la cultura occidental. Los comunistas tenían los chistes políticos. El comunismo es el único sistema político que ha producido su propia rama de la comedia", explica Lewis.
"Puedes contar toda la historia del comunismo a través de chistes", dijo a Lewis un antiguo prisionero del Gulag, Simon Vilensky. De hecho, existe una palabra rusa para definir el chiste político: anekdot. Llegaron a formar un inmenso patrimonio oral, sin parangón con lo que ha ocurrido en otras dictaduras: nadie sabía muy bien de dónde venían, pero aparecían