España vuelve a destruir empleo en octubre llegando al 26,2% de paro, 4 décimas más que en septiembre. Es récord absoluto, triste pero real. En el otro extremo de la Unión Europea, Rumanía ha marcado ese mismo mes un nuevo mínimo desde el inicio de la crisis, situándose en un nivel del 6,9% frente al 7% de septiembre.
Esta tasa está claramente por debajo de la media europea del 10,7% y coloca al país entre los 5 con menor paro de la Unión Europea.
Cuando hace tres años comentaba en mis crónicas para La Vanguardia los bajos niveles de paro en el país balcánico, había lectores que rápidamente comentaban que se debía al alto número de rumanos que vivían en España, y que si volviesen a “su país” ni España tendría tanto paro (20% por entonces) ni Rumanía tendría tan poco (alrededor del 7% también en 2009). Tres años después puedo decir que no son pocos los rumanos que han vuelto.
Al menos por el número de curricula vitae que recibo, por los candidatos que hemos recolocado y por los vehículos con matrícula española que se ven circulando por las calles rumanas, posiblemente hayan sido varias decenas de miles en los últimos 3 años. A pesar de ello, la tasa de paro en Rumanía se ha mantenido e incluso ha bajado a un nivel envidiable.
En la zona occidental del país, Timisoara en particular, no supera el 4%. La actividad en industria y agricultura se mantienen en niveles aceptables a pesar de la menor demanda alemana, primer mercado destinatario, y la sequía del 2012.
Además, el regreso de gente formada en países de Europa occidental provee de mano de obra calificada que hasta ahora no era tan sencillo encontrar.
La tasa española entre tanto ha ido subiendo, indiferente a la salida de miles de extranjeros y de españoles que emigran buscando trabajo (o por impulso aventurero según el Gobierno) a otras tierra