Ante la desidia de los políticos, los inmigrantes rumanos que regresan a casa y, sobre todo, los jóvenes de este país se muestran desanimados por el futuro que les espera. Algunos de ellos desean volver pero otros se cuestionan qué futuro les puede ofrecer un país que les ignora. Aunque todos mantienen una misma premisa: “si se trabaja bien, se puede llegar lejos en cualquier parte.”
Un joven rumano, que responde a las siglas de I. C., se mudó hace 7 años a Madrid para labrarse un futuro junto a su esposa pero siempre con miras a regresar a su tierra natal. En España, trabajó en la obra e indujo a 17 personas a que también se marcharan de Rumania. Sin embargo, sus intenciones sólo pasaban por aunar unos ahorros para poder retornar a su país e iniciar una nueva vida con su familia, ya que no lo pudieron conseguir con lo que ganaban en Rumania. Y con la crisis que se les venía encima en España, eligieron el mejor momento para llevarlo a cabo. “Siempre quisimos criar a nuestra hija de dos años en Rumania pese a las pocas oportunidades existentes”, explica I.C, que se encuentra cobrando el subsidio español en estos momentos. Además, relata orgulloso que se benefició de la ayuda de 2.500 euros que aprobó el Gobierno Zapatero por el nacimiento de un hijo.
Ahora está ayudando a su cuñado, Dan Baies, en la empresa de construcción que éste último acaba de emprender en la ciudad de Suceava, al noreste del país, con el dinero reunido durante su estancia de cinco años en España. Pero, ambos han chocado contra las trabas de un sistema de soborno que aún no termina de desaparecer en la sociedad rumana. “Se tardan meses en crear una empresa por problemas burocráticos, a lo que se suma la asfixia de las tasas que hay pagar”. Asegura Baies. Por este motivo, los dos tenían claro que sus esperanzas pasan solamente por el jefe de Estado. “Basescu ha sido el único p