El amor de Jean-Louis Kialoungou por Rumania comenzó incluso antes de que él llegara a este país a mediados de la década de 1990, y a lo largo de estos años, este refugiado congoleño ha llegado a sentirse más rumano que la mayoría de los rumanos, relata el portal Acnur, la agencia de la ONU para los Refugiados.
Por ejemplo, cuando Rumania se preparaba para las elecciones generales del pasado mes de diciembre, parecía estar más preocupado que muchos de los votantes por el destino de su país de adopción. “Preguntaba a mis colegas y amigos: ¿cuál es vuestra opinión sobre los candidatos? ¡La mayoría no tiene ni idea!” dice Jean Louis, quien, expresándose con soltura en rumano, se lamenta de la apatía de los ciudadanos en relación con la política.
“¿Cuánto tiempo nos van a considerar a los rumanos inferiores a los ciudadanos de otras naciones europeas? ¿Qué tienen ellos que no tengamos nosotros?” pregunta con un apasionamiento que resulta chocante no solo por sus raíces africanas sino también por el hecho de que, en su calidad de refugiado, no tiene derecho a voto. Dice que está demasiado ocupado para presentarse.
Jean-Louis llegó a Rumania procedente de la República del Congo hace 16 años, cuando tenía 34 años. Ahora – además de una opinión contundente sobre la política rumana – tiene un trabajo estable, una familia y una casa, y ha conservado el brillo de sus ojos y una actitud juvenil y enérgica que le han ayudado a superar la adversidad.
“Vivo aquí, tengo una hija y quiero ver cambios positivos”, comenta Jean-Louis, que, en 1996, huyó de un país sacudido por la agitación política que avanzaba inexorablemente hacia una breve guerra civil, que finalmente estalló en 1997.
Aterrizó en el aeropuerto de Bucarest en el mes de octubre de 1996 con Daniela, su novia rumana, a la que conoció en su país y con la que posterior