Unas diez veces al año, el poeta y novelista rumano Mircea Cartarescu se enfada con la realidad que lo rodea y promete irse de Rumanía, pero, por muy lejos que se fuera, siempre llevaría a su país consigo. En él se hizo escritor y aprendió a amar la literatura, que es "una inmortalidad frustrada", relata el diario Milenio.
"Vivir en Rumanía es como nadar en un piscina de ácido sulfúrico, y a veces me gustaría salir del agua", afirmaba hoy con humor este gran escritor rumano, que ha visitado España con motivo de la reciente publicación de "Nostalgia", una de sus obras más importantes. Candidato al Premio Nobel desde hace años, Cartarescu (Bucarest, 1956) está considerado uno de los mejores escritores europeos y es autor de referencia en países como Alemania, Suecia o Francia. En España se va conociendo poco a poco su obra gracias sobre todo a la labor de la editorial Impedimenta, que ha publicado esa pequeña obra maestra que es "El Ruletista", además de "Lulú" y "Nostalgia".
Cartarescu estuvo a punto de "caer en la esquizofrenia" de todo lo que leyó en sus años de instituto y universidad. Tuvo "mucha suerte" porque fue estudiante en el único decenio liberal que hubo en la Rumanía de Ceaucescu, "en el cual se tradujeron numerosas obras de la literatura clásica y contemporánea, y en el que la enseñanza era muy buena". "No había televisión ni nada que te ofreciera calidad de vida. Todo el mundo leía mucho, y la gente muy sencilla, también; lloraban con Ana Karenina y reían con don Quijote, mientras que hoy en día nadie lee nada. Es una paradoja, una rareza de la historia", contaba Cartarescu, ayudado por la traductora de sus libros, Marian Ochoa. Él, desde que nació, puso "los ojos sobre los libros, tal como los niños de ahora abren los ojos con el ordenador".
Su padre tenía una pequeña biblioteca, y aquellos treinta libros que había en