No es que los rumanos no celebren San Valentín, pues suelen imitar gran parte de las tradiciones que llegan de los Estados Unidos, sino que cada vez toma más fuerza (y en muchos casos como oposición a las tradiciones que llegan de fuera) una ancestral tradición rumana típica de muchos pueblos de la zona carpática, que se celebraba el 24 de febrero (aunque en otros lugares se celebrara a comienzo de marzo) y que actualmente vuelve con fuerza a todo el país, escribe el blog Madrid Bucarest.
Osiris, Adonis, Eros, Cupido y Dragobete
Dragobete, según el Diccionario Etnológico Rumano de Ioan Godea, se celebrara históricamente en Oltenia, Muntenia y en Dodrogea y representa la llegada de la primavera, del bien y del amor.
Dragobete es un joven Dios amoroso, del estilo de Osiris, Adonis, Eros o Cupido, que según la zona geográfica también se ha llamado Dragomir, Iovan (de “Ioan”, Juan en español), Iorgovan o Dragobete “cap de primavara” (literalmente “cabeza de primavera”). En la mitología rumana es hijo de Baba Dochia (la vieja Dochia) y representa todo lo contrario a ella, muere el frio invierno y renace la alegre primavera.
Curiosamente en esa misma fecha la iglesia ortodoxa celebra la festividad de “aflarea capului Sfantului Ioan Botezatorul (el descubrimiento de la cabeza de Juan Bautista). Lo que puede ponernos sobre la pista de un cambio de fecha del rito original, o la fijación de una fecha determinada, para así tener una festividad religiosa en la que mimetizar una celebración pagana seguramente anterior al cristianismo.
El ritual de los jóvenes
En ocasiones se le representa como el pastor de pájaros, en la época que estos comienzan a buscar pareja, se emparejan y construyen sus nidos. También los jóvenes se juntan y despiertan a la vida. En muchos pueblos de Oltenia y Muntenia los jóvenes se vestían de fi