Kiro Kirov, empresario que hizo fortuna importando maquinaria para la construcción, ha sufrido en sus propias carnes la violencia del crimen organizado que sigue campando por sus anchas en Bulgaria, explica la cadena de televisión Euronews en un reportaje sobre el principal problema del país balcánico.
Tras diecisiete días, Kirov fue liberado después de que su hijo pagase un rescate de 620.000 euros. “Para secuestrarme utilizaron un todo terreno, un coche grande. Iban enmascarados. Fue brutal, uno de los delincuentes conducía el ‘jeep’ mientras que otro me golpeaba violentamente. Yo intenté romper la ventana del coche para escapar, pero fue imposible. Me llevaron a una especie de zulo, no podría decir que fuera una habitación. Las medidas exactas de mi prisión eran dos metros de largo, un metro y medio de ancho, y apenas 1,20 metros de alto. Había un colchón y me esposaron a la pared”, relata el secuestrado al medio de comunicación.
Reconoce el trabajo de la policía pero, en su opinión, erradicar el crimen organizado corresponde a otras instancias: “Hay muchas lagunas, errores graves. A menudo, los criminales son detenidos un día por la policía y al día siguiente los jueces los dejan en libertad. Y a continuación o se matan entre ellos o bien vuelven a delinquir, así que hay algo que no funciona bien, el Estado debería proteger mejor a sus ciudadanos”, prosigue el reportaje.
Kirov sugiere que las fuerzas de seguridad búlgaras, los investigadores, los fiscales y los jueces deberían empezar a trabajar juntos, una recomendación compartida por los expertos.
La profesionalidad de los cuerpos especiales no está en tela de juicio. El problema es muy diferente en opinión del líder de la oposición y antiguo primer ministro, el socialista Sergei Staníshev:
“El ministro del Interior anunció que había acabado con 660 bandas