Hay historias sorprendentes e inesperadas a las que llegas por casualidad. Esta es una de ellas. Surgió en la conversación que mantuvimos la periodista de Radio Timisoara, Felicia Ristea, y yo tras la entrevista que me hizo para su programa. Empezamos con la antigua ciudad, en esta zona, de Nueva Barcelona, fundada por exiliados en el s.XVIII y acabamos hablando de un niño nacido en Estados Unidos hace casi cien años a quien entrevistó ya de viejo y que por nacer americano sufrió especialmente el sinsentido comunista en Rumanía, explica en un reportaje José Miguel Viñals, lector corresponsal de La Vanguardia y gerente de la empresa de Consulting Via Rumania.
Los hechos y fechas se ajustan a la realidad, si bien me he permitido "novelar" la historia sobre la base de lo que Felicia Ristea y la familia del Sr. Maghiaru me han contado:
Primero fui americano en América. Después americano sin América. Luego no fui nada. Ahora soy rumano. Y supongo que así moriré.
Me llamo Peter Maghiaru y tengo 82 años. Nací en Estados Unidos, en 1920 en Detroit, Michigan. Mis padres habían sido campesinos de etnia rumana en la región del Banat, cuando ésta pertenecía al imperio austro-húngaro. Los rumanos, entonces eran minoría frente a húngaros y alemanes, y además eran pobres. Muchos rumanos emigraron a Estados Unidos, buscando, como se busca cuando emigras, una vida mejor, más posibilidades para tus hijos.
Detroit acogió una importante colonia rumana. Sus calles eran, de hecho, a principios del s.XX, una macedonia de lenguas y gentes, europeos todos, dispuestos a dejar a un lado nuestras disputas de ultramar para crear juntos algo nuevo. Nuestra bandera tenía barras y estrellas, nuestro idioma común era el inglés, pero todos mantenían vivo el recuerdo de sus orígenes. Y ahí nací yo. Era un niño americano como tantos otros, con un idioma en c