A 120 kilómetros de Bucarest, se encuentra el legendario castillo de Bran, hogar del conde Drácula, al que se puede llegar en bus o en tren, informó El Espectador.
Antes de que el Conde Pátula prefiriera las zanahorias por encima de la sangre de las doncellas, antes de que Lestat de Lioncourt, Louis de Pointe du Lac y la pequeña Claudia vivieran juntos durante décadas sin poder morir y que el pálido Edward Cullen enamorara a millones de adolescentes, existió Drácula. Y con él se popularizaron las historias sobre vampiros y el fantasmagórico mundo que los rodea.
Transilvania ha sido reconocida como la casa en la que se tejen los macabros relatos del legendario personaje del novelista irlandés Bram Stoker. La imposibilidad del vampiro de reflejarse en los espejos y soportar la luz del día, además de su adicción a la sangre y el hecho de que sólo se mueve de noche, han encantado por años a los aficionados.
El castillo de Bran, sede oficial de Drácula, ubicado a 120 kilómetros de Bucarest, la capital rumana, se impone sobre un paisaje verde que en ciertas épocas del año es invadido por una espesa neblina que le aporta un toque lúgubre.
En Halloween, miles de turistas quieren adentrarse a sus misteriosos corredores, con pasajes secretos, para conocer de cerca las habitaciones, los balcones y mausoleos que fueron protagonistas de las fechorías del conde.
Sin embargo, a esta región rumana, llena de majestuosos castillos, se le suma un tour guiado con motivo de la celebración del Día de las Brujas.
Del 27 de octubre al 3 de noviembre se ofrece un plan que comienza en Bucarest con la advertencia de que al final del viaje cada participante recibirá un certificado de supervivencia.
Al siguiente día se hace una parada en los montes Cárpatos para hospedarse en un lujoso resort con vista a las cumbres y