La excesiva condensación de las micropartículas exoneradas por los casi dos millones de vehículos que transitan por Bucarest y el polvo de sus calles sin asfaltar, que se esparcen por toda la urbe, hacen que la capital rumana sea una de las ciudades más contaminadas de Europa. Hasta 170 muertes se contabilizan al año por problemas cardiovasculares, según el Centro de Investigación para Políticas de Sostenibilidad Ecopolis, que señala que se tratan de cifras optimistas ya que extraen los datos oficiales de las autoridades sanitarias, que suelen ser informes incompletos.
Una reducción de los niveles de dióxido de sulfuro de la atmósfera evitaría un considerable número de fallecidos y alargaría la esperanza de vida de los bucarestinos hasta los 22 meses, como refleja un estudio del Instituto Sanitario francés, que coloca a Barcelona en cuarto lugar con un aumento de 13 meses.
Bucarest registra 38 microgramos de partículas de contaminación por metro cuadrado de aire, casi cuatro veces mayor que la recomendada por la Organización Mundial de Salud (OMS), según datos de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente de la capital.
"Esto significa que tenemos 400 toneladas en lugar de 100 toneladas de polvo por kilómetro cuadrado", subraya el presidente de la organización ECO Cívica, Niculae Radulescu, quien asegura que hay 1.200.000 coches en Bucarest, aunque la Alcaldía revela que circulan diariamente más de dos millones de automóviles.
Esta acumulación del dióxido de carbono que expulsan los vehículos, sobre todo los de diésel, mezclado con el abundante polvo, asfixia a sus habitantes hasta cotas insospechadas.
El tráfico supone el 70 % de la polución en Bucarest, a lo que se añaden las tres centrales térmicas y las empresas industriales que rodean a la capital, admite el Ministerio de Medio Ambiente rumano, que tam